El
estrés en los niños y niñas deportistas
Las
expectativas sobre los jóvenes futbolistas.
El
principal objetivo del deporte de iniciación es fundamentalmente el fomento de
la salud física y también psicológica de los niños y niñas. Otro de los grandes
objetivos es aumentar su autoconfianza, es decir, sentirse bien consigo mismos
y con las actividades que realizan. Los encargados de esta difícil tarea son
los padres, entrenadores, profesores, directivos, árbitros, etc. El deporte
como fortalecedor de la salud (Buceta, 2004) pasa por una práctica adecuada
para fomentar el desarrollo físico, evolutivo, psicológico y social de los
niños y niñas así como desarrollar unos valores humanos y personales. No
obstante, una práctica poco apropiada puede desarrollar riesgos para la salud
física, mental y social.
En
la olimpiada de Pekín se comprobó cómo algunos de los y las gimnastas
comenzaban el deporte profesional desde la infancia, separándoles de sus padres
y entorno, sometiéndoles a sesiones durísimas de entrenamientos, con castigos,
humillaciones y condiciones muy inadecuadas para su salud, que pueden
condicionar el resto de sus vidas. Todo esto, en ocasiones, hace que la
actividad deportiva se vuelva muy estresante o frustrante ya que se desarrollan
altas expectativas sobre los niños y niñas tanto por parte de los propios
deportistas, como de los padres y los entrenadores, que no siempre (de hecho
casi nunca) se ven cumplidas.
La “obligación” de ganar.
Los
pequeños deportistas, ¿se estresan?... Por supuesto, los niños y niñas
deportistas sienten ansiedad (nervios), estrés, agobios, se imponen la
"obligación" de ganar, de ser los mejores e intentan evitar (y esto
es lo más peligroso) un enfado o una bronca de sus padres o de su entrenador.
El estrés o la ansiedad surgen por diferentes causas:
Estilo
de vida (entrenamientos, clases, idas y venidas, cambios de residencia, etc.);
demandas del entrenamiento (hacerlo bien, mejorar, agradar al entrenador...);
la competición (ganar, ganar y ganar); lesiones; "Presión adicional"
sentida por el deportista o mostrada por el entorno, cuando la gente le
pregunta por el resultado y le valoran en función de este. ¡Qué duro si un niño
pierde siempre! ¿Cómo se sentirá cada vez que le pregunten ¿Cómo has quedado? Y
por lo tanto, este estrés o ansiedad tendrá unas consecuencias que
inevitablemente conducirán a no divertirse, lesionarse, agotarse, enfermar,
bajar el rendimiento, tener sensación de fracaso, la disminución de la
autoestima y autoconfianza y al abandono del deporte.
La competición.
Existe
un estudio: "La competición, ¿cómo afecta a los niños pequeños?" de
Posadas y Ballesteros (2004), en el que se observa que los niños le dan mucha
importancia a la competición y ven como una obligación ser los mejores. Se
sienten valorados por sus amigos y familia en función de los resultados, por lo
tanto los niños y niñas desean ganar y tienen miedo a cometer errores, por
miedo a los enfados (vividos incluso como rechazos) de las personas que están
cerca.
Esto
debe hacernos reflexionar, aunque a veces las expectativas sobre los hijos no
son negativas, de hecho, si son objetivas, sensatas y realistas, pueden ser muy
favorecedoras del buen rendimiento y aprendizaje (cada vez son más los ejemplos
de deportistas jóvenes que triunfan y, como se suele decir, sus padres y
entrenadores les han mantenido los "pies en el suelo". Véase, Rafa
Nadal, Bojan, Ricky Rubio o Sergio Canales). Unas expectativas realistas y
positivas transmiten seguridad y confianza ya que los padres hacen ver a sus
hijos lo que son capaces de conseguir y como conseguirlo.
Expectativas peligrosas.
Pero,
¿cuáles son las expectativas peligrosas? Cuando los padres desean que sus hijos
hagan algo determinado y condicionan su apoyo a ello o cuando los hijos son una
proyección de lo que quisimos ser y no pudimos conseguir. Por lo tanto: es
importante reconocer las propias expectativas: ¿Qué se quiere?, ¿un hijo
deportista?, ¿un hijo feliz?, ¿un deportista frustrado?, ¿quieres un
"tú" en miniatura?,...
Las
preguntas clave son: ¿Cómo le ayudamos en su desarrollo? y ¿cómo es más feliz
nuestro hijo? He aquí algunas recomendaciones:
•
Respeta las decisiones de tu hijo.
•
Deja que se equivoque y apóyale incondicionalmente; muéstrale las ventajas y
desventajas de las cosas.
•
Enséñale a asumir responsabilidades acordes con su edad y mantener sus
compromisos.
•
Revisa tus expectativas y como las transmites.
•
Déjale que exprese como se siente, qué piensa, qué opina, qué quiere del
deporte, con qué disfruta, y sobre todo qué le hace feliz.
TRABAJO
ELABORADO POR LAS PSICÓLOGAS:
MILAGROS ESTRADA E ISABEL DÍAZ